Es absurdo morir contando tortugas
Había salido solo. Como tantas otras veces, había decidido caminar un poco para estirar las piernas. A sus 78 años, esa era casi la única actividad que solía hacer a diario. En realidad había planeado llevar a sus nietos a pasear al zoo. Ramiro estaba enloquecido con la idea de ver un elefante en vivo y en directo; pero Nicolás había amanecido con un poco de fiebre y la madre pensó que era mejor que ambos se quedaran en casa en esa ocasión. José se deprimió un poco ante este revés, pero era una tarde realmente bonita por lo que se dijo a sí mismo: “¡Qué diablos! ¡Yo me voy solo!”; y encaminó sus pasos hacia el centro de la ciudad. Cuando llegó ante los inmensos portones negros del zoo, cuyas rejas bellamente ornamentadas delataban su antigüedad; ya era algo tarde y quedaba apenas una hora y media para el cierre. Pero como ser jubilado tiene sus beneficios y uno de ellos era el pase gratis al lugar, decidió entrar de todas formas. Luego de presentar su carnet, atra