La última verdad
Ese año, Aina y Paul habían decidido hacer el viaje por el Reino Unido que venían soñando desde que se habían conocido. Él, oriundo de Exeter y ella catalana de pura cepa, habían coincidido hacía casi un lustro en una visita a la Sagrada Familia. Un mes más tarde, la idea surgió en una charla a la sombra de La Pedrera; a la vez que decidían, como parte del mismo paquete, compartir un piso en la ciudad. Después de tres años de convivencia feliz en el bohemio barrio de Gracia, finalmente había llegado el momento de hacer las mochilas. Luego de una primera etapa, que incluyó la visita a la familia de Paul en el sur de Inglaterra y un par de semanas felices en Londres, estaban listos para recorrer su próximo destino: la mágica y misteriosa Escocia. Ambos eran ávidos lectores, de esos que devoraban con ojos famélicos casi cualquier cosa con letras que llegara a sus manos. Aina, en particular, había adquirido en el último año una cierta obsesión por Outlander , la saga de novelas de la esta