Estan todos invitados a la presentación de mi primer libro!
Los espero el sabado 13 de agosto, a las 16 hs, en el Museo Historico de General Rodriguez. Sarmiento 518
¡Un león! ¡Un león en el fondo! ¡No podía creerlo! Miré una y otra vez, cerré los ojos y al volverlos a abrir ¡Aun estaba ahí! Hace unos minutos me desperté, sentí un ruido, como un trueno, pero era más gutural. Me extrañó ese sonido: no era algo común. Miré a mi alrededor, estaba en la habitación de mi abuela, ¡En su casa!, no sé bien como llegue ahí, pero reconocí en seguida las señales: La cama de elásticos que rebuzna como un burro disfónico, el ropero de madera color caoba con un espejo cargado de siete años de mala suerte en la puerta, los santos y virgencitas en la mesita de luz a los que la Tati le rezaba todas las noches. No había nadie más. Llame a mamá, a papá, grité por mi abuela, pero nadie me respondió. Así, descalzo como estaba, aunque no me dejan andar sin nada en los pies, baje de la cama. Salí de la pieza, crucé el comedor desierto sintiendo el frío de las baldosas a cada paso y llegué a la cocina también vacía. De pronto, otra vez el rugido, que parecía venir d...
Lentamente, el invierno se iba. A medida que agosto quedaba en el recuerdo y septiembre se acercaba a su meridiano, el verde empezaba a reemplazar a los ocres en cada rincón del paisaje. Las tardes se volvían de a poco más amables y los colores de la primavera retornaban, floreciendo por doquier. El pueblo era un breve conjunto de casas que había crecido al borde de una arbolada añil. Surgió, un hogar a la vez, hacía un centenar de años, en ese lugar alejado de los ruidos y la contaminación que asolaba a las grandes ciudades. Un lago a su vera y las montañas en el horizonte daban un marco de irrealidad que hacía vibrar a las almas en la frecuencia que más les agradaba. Con el tiempo, algunas de las novedades de la tecnología habían empezado a hacerse presentes, pero el caserío aún guardaba ese encanto de atemporalidad que tanto les gustaba a los lugareños; aunque, es justo decir, la sangre de los más jóvenes bullía por la ausencia...
Es extraña esta sensación. Estoy, pero no estoy del todo. Una luz creo que vi, pero por ahí me equivoque; mi cabeza da muchas vueltas, a lo mejor fue la linterna del tordo. Digo, tiene que haber habido uno que firme la papeleta. Hace un rato me desperté, inmóvil. No siento mi cuerpo, pero mis oídos escuchan incluso el aleteo de la mosca que se posa en esa cala desagradable, ahí hacia mi izquierda. Igual no sé si es peor el insecto, la flor, o el florero de aluminio de pésimo gusto donde está sumergida. Sí, también puedo ver, resulta obvio ¿No? Mis parpados están apenas entreabiertos, como una rendija mínima de pocos milímetros, pero alcanzan a vislumbrar un panorama un tanto extraño. Me doy cuenta donde estoy, no soy el más vivo, pero me resulta claro. Luces fluorescentes, blancas, frías en el centro de mi visión, un techo de yeso medio descascarado, cabezas que aparecen en mi campo unos instantes y luego se van. Un olor aséptico que empieza a ser invadido por el arom...
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