Estan todos invitados a la presentación de mi primer libro!
Los espero el sabado 13 de agosto, a las 16 hs, en el Museo Historico de General Rodriguez. Sarmiento 518
A los diecinueve años era un joven promedio; algo problemático y bastante vago, como corresponde a cualquier crío de esa edad. Hacía cinco años que mi familia se había mudado a este pueblo y yo no le tenía mucho afecto. No podía acostumbrarme a vivir aquí, tan lejos de la gran ciudad donde había nacido. Por muchas vueltas que le di después, siempre supe que no había forma de que estuviera preparado para lo que pasó ese mediodía. Las campanas de la iglesia que está en la plaza, acababan de marcar la una de la tarde, eso quería decir que otra vez estaba llegando tarde a clase. Aún estaba cruzando el boulevard de la avenida Bernardo de Irigoyen, lo que significaba que me quedaban como cuatro cuadras para llegar al Nacional Numero 2 que estaba enfrente de la Placita Sur. Yo ya estaba hasta el tope con las faltas y no podía darme el lujo de quedar libre y repetir otro año. La manera más rápida de llegar al colegio era atravesar el túnel peatonal que p...
Es extraña esta sensación. Estoy, pero no estoy del todo. Una luz creo que vi, pero por ahí me equivoque; mi cabeza da muchas vueltas, a lo mejor fue la linterna del tordo. Digo, tiene que haber habido uno que firme la papeleta. Hace un rato me desperté, inmóvil. No siento mi cuerpo, pero mis oídos escuchan incluso el aleteo de la mosca que se posa en esa cala desagradable, ahí hacia mi izquierda. Igual no sé si es peor el insecto, la flor, o el florero de aluminio de pésimo gusto donde está sumergida. Sí, también puedo ver, resulta obvio ¿No? Mis parpados están apenas entreabiertos, como una rendija mínima de pocos milímetros, pero alcanzan a vislumbrar un panorama un tanto extraño. Me doy cuenta donde estoy, no soy el más vivo, pero me resulta claro. Luces fluorescentes, blancas, frías en el centro de mi visión, un techo de yeso medio descascarado, cabezas que aparecen en mi campo unos instantes y luego se van. Un olor aséptico que empieza a ser invadido por el arom...
Lentamente, el invierno se iba. A medida que agosto quedaba en el recuerdo y septiembre se acercaba a su meridiano, el verde empezaba a reemplazar a los ocres en cada rincón del paisaje. Las tardes se volvían de a poco más amables y los colores de la primavera retornaban, floreciendo por doquier. El pueblo era un breve conjunto de casas que había crecido al borde de una arbolada añil. Surgió, un hogar a la vez, hacía un centenar de años, en ese lugar alejado de los ruidos y la contaminación que asolaba a las grandes ciudades. Un lago a su vera y las montañas en el horizonte daban un marco de irrealidad que hacía vibrar a las almas en la frecuencia que más les agradaba. Con el tiempo, algunas de las novedades de la tecnología habían empezado a hacerse presentes, pero el caserío aún guardaba ese encanto de atemporalidad que tanto les gustaba a los lugareños; aunque, es justo decir, la sangre de los más jóvenes bullía por la ausencia...
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